El Regreso

El tren entra en Sants con un quejido metálico. Ella aprieta el bolso contra el pecho como si eso bastara para contener los recuerdos. Han pasado veinticinco años desde que se fue de Barcelona. Primero fue París, después México, luego una cadena de ciudades donde siempre fue extranjera.

Al bajar, el aire le sabe a sal y a pasado. Las voces en catalán la envuelven como una manta antigua. Llora sin querer, sin estridencias, como si el cuerpo reconociera antes que la mente que ha vuelto a casa.

Camina por calles que conoce con los pies más que con los ojos. En Gràcia, el quiosquero ya no está. La librería donde compraba poesía ahora es una tienda de móviles. Pero hay un olor —pan tostado, café, lluvia sobre piedra caliente— que no ha cambiado.

Al llegar a su antiguo piso, pone la llave en la cerradura con un gesto que le parece heredado de otra vida. Dentro, las paredes están vacías, pero el silencio le resulta familiar. No necesita nada más.

En la terraza, con la ciudad extendiéndose frente a ella, se sienta y cierra los ojos. No piensa en lo que ha perdido, sino en lo que aún queda. Barcelona no la esperó. Pero no hacía falta. Ella ha vuelto para quedarse.

L. Ramis

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *